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AQUEL QUE NOS AYUDA!

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Salmo 121:                              1- Al contemplar las montañas me pregunto: "¿De dónde vendrá mi ayuda? 2-Mi ayuda vendrá del Señor, creador del cielo y de la tierra. Este Salmo es el segundo de quince Salmos que comprenden del 120 al 134, y se les llama en hebreo "Canto gradual" o "canto de las subidas" : Su título se debe a que eran cantados por los peregrinos que subían a Jerusalén , especialmente en las tres grandes fiestas del pueblo judío ( éxodo 23:14-17) ¿Saben que Jerusalén está a más o menos 750 metros sobre el nivel del mar y ellos debían subir por tipos de gradas o escalones? Imaginémosle subiendo para llegar allí.  ¿Cuánto tiempo les habrá insumido?  ¿Cuántas cosas habrán ocurrido mientras iban allá?  ¿Cuánta fatiga? ¿Cúantas veces habrán quedado sin aire? ¿Y cuando subían en familia?  Porque ellos no eran de tener un solo hijo por familia, como vemos aquí en Italia, o Europa ¡ no! Más hijos tenían, más felices y bendecid

SONIDO DE MARCHA


1 Crónicas 14: 15


“Y cuando oigas el sonido de marcha en las copas de las balsameras, entonces saldrás a la batalla, porque Dios ya habrá salido delante de ti para herir al ejército de los filisteos.” (BLA)

“Oír el sonido de marcha” es lo que le daba a David la autorización de  salir a la batalla, contra los filisteos.

Nadie puede oír ciertos sonidos en los acordes musicales, si no ejercita por años su oído.
 Esa preparación silenciosa, perseverante y disciplinada lo autoriza a separar los sonidos en diferentes grados: agudos, altos, bajos, como  también, si son los correctos (afinados) o no (desafinados).

El problema del pueblo de Dios, en todos los tiempos y edades fue: Aprender a oír la voz de Dios. Y ejercitar su oído de tal forma que oyendo a Dios, oigan también los sonidos con que Dios nos indicará que hacer. Hay toques de queda, como toque de avance. Pero hay un sonido, que solo oirán los oídos de todos aquellos que hayan alcanzado el nivel más alto, y más profundo, que es el sonido de la última trompeta.


1 Corintios 15:52 “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados.” 


A este nivel de audición espiritual, es el que quiere y necesita Dios que lleguemos, todos. (Aunque todos no llegaran, lamentablemente)
 Al que llegue a percibir los sonidos de marcha en las copas de las balsameras, al que llegue a tener oídos para oír lo que el Espíritu dice a la Iglesia, ése será el que oirá, esté muerto o esté vivo, el sonido de la última trompeta, ¡Oh Gloria a Dios!
Hermanos, nadie puede preparar nuestro oído espiritual, más que la Palabra de Dios, esto es Cristo. Él es el verbo encarnado, la palabra hecha carne, él es quien nos habla con su Santo Espíritu dando aliento de vida a su palabra escrita, la cual penetra a nuestro espíritu enseñándole a discernir todo lo que es espíritu de vida o espíritu de muerte.

Hermanos las batallas a las cuales hoy nos enfrentamos son sólo una preparación para la última y gran batalla de la fe, la cual ya ha ganado Cristo para nosotros y es la de nuestra resurrección para Vida Eterna, por eso en estas pequeñas batallas, debemos consultar a Dios, oírlo y oír cada indicación por más tenue o dificultosa que nos parezca. 

El rey David podría haberse confundido; oír el viento sobre las copas de los árboles necesita de nosotros atención, pero oír  “el sonido de marcha” sobre las copas de las balsameras, necesita mucho más que atención, sino conocimiento.
 Ese sonido era conocido por David, porque era ejercitado en batallas, era un sonido muy familiar, pero que a la vez muy pocos conocían. (hay muchos que quieren olvidarse de los sonidos que les recuerdan, las batallas)

Las batallas tienen olores y rumores característicos, son diferentes unas a otras, en algunas salimos con la mitad de nuestro uniforme, en otras con menos compañeros, en otras con alguna herida, y en otras con un miembro menos (es mejor a veces perder uno que teniendo todos, irnos al infierno, Mateo 18:8)

 Pero el haber estado luchando, dentro de ellas, nos capacita y despierta los reflejos, como sobre todo: el oído. 

El oído atento, salvó a muchos de nosotros cuando la batalla arreciaba, quedándonos con poca visión a causa de la polvareda por el oído reconocíamos si  quien  estaba a nuestro lado, era un hermano o un enemigo; si la voz del grito de ataque, era de quien dirigía la estrategia militar, o del capitán contrario. 
Sí, en las batallas pudiéramos perder todo pero lo que enriquecemos es nuestro oído, al final de ellas.


Dios tuvo que afinar el oído del rey David hasta ese punto que hemos leído, es que de David dependía la vida de todo el pueblo de Dios.
Así que hoy, el Señor me habló, me dijo escribe, hoy quiero que le hables a mi pueblo, a mis hijos, que preparen su oído porque pronto está a sentirse la última trompeta, y los que tengan su oído abierto, y hayan quedado, y los que estén muertos, se levantarán y se irán con el Comandante de los ejércitos de Jehová. 
 ¡ Vayamos a las batallas y ejercitemos nuestro oído espiritual, parémonos delante de las balsameras, y estimulemos nuestro oído a oír el sonido de marcha, de Jehová Dios de los Ejércitos.!

Dios te bendiga, porque ése es el propósito de Dios en este día. 
Pastora Sara Olguín

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